domingo, 19 de febrero de 2012

DOCTOR FEDERICO OLÓRIZ

 Guirao, Sánchez-Montes, Botella, Girón y G. Olóriz

Pinceladas
Cien años después de su muerte, el doctor Federico Olóriz Aguilera (Granada, 1855-Madrid, 1912) retorna a casa. Los restos del eminente médico han sido exhumados en el madrileño cementerio de La Almudena y, después de ser incinerados, regresarán a su tierra natal en una urna funeraria que estrenará el Panteón de Granadinos Ilustres del cementerio de San José, un espacio que está disponible desde 2010 pero que aún permanecía vacío. Es una pequeña sala, en la que noventa columbarios esperan para albergar las cenizas de ‘glorias locales’. El mausoleo se construyó con piedra de Sierra Elvira, cristal y cobre.

Don Federico Olóriz
Don Federico Olóriz Aguilera fue amigo personal del otro opositor "suspendido", aquí en Granada, un tal don Santiago Ramón y Cajal nada menos, catedrático en Valencia a los 31 añitos y premio Nobel de Medicina en 1906. Tampoco parece que fuera muy torpe este aragonés, pero así son las cosas cuando predomina el enchufismo. Tuvieron que conseguir primero fama internacional para ser luego reconocidos en sus barrios. Precisamente fue Olóriz el que pronunció el discurso de contestación cuando hicieron a Ramón y Cajal académico de la Real Academia Española de Medicina.


Un viaje realizado a las Alpujarras, con parada y fonda en 'La Granadina' de Lanjarón, le sirvió tanto para admirar sus bellos paisajes como para hacer un estudio muy concreto sobre las características y la evolución de la población alpujarreña a través de la talla y del análisis del índice encefálico. Pero también nos dejó una crónica costumbrista muy interesante, pues en ella aludía a sus juegos y fiestas, resaltando el carácter algo violento de los 'cañoneros', a juzgar por la rudeza de sus comportamientos, por el elevado número de matrimonios con la novia ya embarazada y por la gran cantidad de crímenes de sangre que allí se producían.



Su vida y su obra.

El ilustre médico e investigador granadino Federico Olóriz y Aguilera –que da su nombre a la estrepitosa avenida que lleva al antiguo Estadio de los Cármenes desde la Avenida de la Constitución-, fue una de las figuras más sobresalientes de la vida científica española en los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX.
Su muerte, en la plenitud de una vida de notable capacidad, nos privó acaso de quién sabe qué increíbles progresos en el campo de la Antropología, en el que era una autoridad reconocida mundialmente.
Nacido en la calle de San Juan de Letrán, en 1855, estudió Medicina como alumno interno de nuestra Facultad, y en 1883 obtuvo por oposición la Cátedra de Anatomía de la Universidad Central. Allí, en el viejo caserón del Colegio de San Carlos, fundó el que sería su famoso laboratorio de Antropología, en el que llegó a reunir una colección de 2.200 cráneos, con sus correspondientes fichas. Pronto sus trabajos sobre dactiloscopia –de vital importancia para la criminología- acreditaron su reputación.


Pío Baroja –vecino de la misma casa que ocupaba Olóriz en Madrid, en la calle de Atocha- , lo describe en sus memorias como “un hombre áspero y brusco”.
El novelista anotaba en sus recuerdos, que “Olóriz había hecho libros importantes, entre ellos, “El índice cefálico de España” y la “Talla humana en España”, habiéndose además distinguido en cuestiones de dactiloscopia, perfeccionando un método de Bertillón para la identificación de los criminales”.
El científico granadino tuvo fama de profesor ejemplar y admirable, a la vez que antropólogo de primer orden. Fue miembro de la Real Academia de Medicina y electo de la Real Academia de la Historia. Su “Manual de técnica anatómica” (1890), su “Anatomía descriptiva” (en colaboración con su compañero de cátedra, profesor Calleja); “El Valor de las medidas de la cabeza en los estudios antropológicos” (1.893) y sus trabajos sobre la población española, combinados con un notable ensayo sobre la longevidad en nuestro país, fueron sus publicaciones más importantes.
Fue ejemplar y conocidísima su larga y fraterna amistad con Ramón y Cajal, a quien siempre derrotaba en ajedrez originando pintorescos enfados que terminaban entre carcajadas. Murió en 1912 a los 57 años, de un cáncer.

 Las eternas partidas de ajedrez

Su última lección la dictó sobre su propia muerte, cuyos implacables avances iba observando. Mientras pudo hablar fue citando en voz alta los síntomas que percibía. Su hijo los escribía, temblorosamente, entre lágrimas. Un maestro hasta el final.




NITO

Bibliografía consultada.-
Prensa local.
Laberinto de imágenes y recuerdos” de Juan Bustos.


4 comentarios:

antonio montufo gutiérrez dijo...

Muy buen artículo de un ilustre granadino y del que poco se habla. A veces piensas que son muchos los personajes granadinos que tienen que irse de Granada para que se le reconozcan sus meritos y es una `pena.
Antonio Montufo Gutiérrez

KITIYI dijo...

Estupendo artículo para el poco tiempo que has tenido y lo poco que te hemos ayudado. Enhorabuena, pues has sido puntual a costa del sueño.
Quizás el próximo personaje ilustre que debería volver a descansar eternamente en su tierra, sería el Maestro Alonso, del que nos has documentado tan bien hace pocos dias.
Kitiyi.

Manuel Espadafor Caba dijo...

Ya ves Nito la que has formado, Federico Olóriz va a ser nombrado Hijo Predilecto de Granada a título póstumo (Ideal 22/2/2012)

Nito dijo...

En realidad, hemos tenido poco tiempo todos, Kitiyi, y me habéis ayudado un montón, no lo dudes…

Pero lo que más me ha sorprendido ha sido vuestra rápida respuesta a mi demanda de ayuda y el Nº de los que lo habéis hecho. ¡Gracias!

Ya ves, Manolo, que Granada ha necesitado 100 años para reconocer a un ilustre hijo suyo como Hijo Predilecto.
Se me ocurren, ahora mismo, unos cuantos nombres que podrían tener igual tratamiento. ¡Gracias de nuevo por los tres comentarios!