viernes, 4 de diciembre de 2015

EL PUENTE VERDE Y LAS PIEDRAS DEL MONASTERIO

El "Puente Verde" sobre el Genil

Casi siempre las leyendas granadinas introducen sus raíces en su rica historia.
 Y son las que más gustan a nuestro pueblo. Una leyenda granadina nunca empezaría diciendo: “Había una vez un poderosísimo rey  de un lejano país…”. –No, no, las nuestras echan el garfio a la historia conocida y  localista, empezando: “En tiempos del rey moro Boabdil, había un herrero que vivía en la calle Almireceros…”

Dando por sentado que la historia, como hecho acontecido, nunca es leyenda; gustamos de ir  festoneando, eso sí, entre la historia y la ficción. Como por ejemplo, hoy tratamos cierta leyenda entresacada de "Leyendas de nuestros pueblos" de José Manuel Fernández, tejida  sobre ciertas marcas de canteros observables en los sillares del Puente Verde del Genil, que como sabe toda Granada, fueron con anterioridad las piedras que conformaban  la torre del Monasterio de San Jerónimo.

El general Sebastiani "el aprovechao"

Cuenta la leyenda que…
Hubo una época, antes de la invasión francesa, en que había un puente de madera sobre el río Genil, que por estar pintado de verde  se llamó Puente Verde. Este puente unía la Avenida Cervantes con la Carretera de la Sierra, que por entonces, ya en plena invasión francesa, debían de cruzarlo los gabachos con sus pesados trenes de artillería de 8 y 12 libras y demás pertrechos y no fiándose de la fortaleza de aquel puente de madera, el General Sebastiani tuvo la mediocre idea de desmontar parte de la torrecampanario del Convento de San Jerónimo y utilizar sus sillares para construir un puente de piedra más robusto.

Diorama: Tren de artillería pesada napoleónica

No hubo la oposición adecuada por parte de las responsables autoridades granadinas ante su descabellada  y poco sensible idea, temiendo que el enfrentamiento con el General franchute, de consecuencias inesperadas, concluyera en la pena de muerte.
Pero no quedó ahí la osadía de este general francés, pues también destruyó el Vía Crucis que subía al Sacromonte para aprovechar las piedras en su nueva construcción; de esta manera obtenía materia prima sin tener que dar un piquetazo a las canteras correspondientes, ahorrándose mano de obra, transporte y gastos, construyendo su nuevo puente a costa de destruir y saquear monumentos emblemáticos de nuestra ciudad.

El ejército napoleónico en marcha

Estaban afanados en la demolición de la torre del monasterio cuando uno de  los gabachos encontró la tumba del gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, en el altar de la iglesia, dando conocimiento a sus superiores del hallazgo. Estos, en una venganza sin pies ni cabeza, como perros en jauría, destrozaron y saquearon la tumba del gran Capitán, más las cuarenta banderas que ondeaban indicando las batallas ganadas por este héroe nacional y que lucían en la nave central.
El gran Capitán fue, en tiempos pasados, el gran azote de los gabachos, ya que en dos ocasiones logró vencer al rey francés Francisco I y dos veces le perdonó la vida, por ello despertaba los celos y rencores de los soldados invasores, que en un alarde villano lograron abrir su sepultura, esparciendo sus restos por el monasterio de San Jerónimo, profanando su eterno descanso.

Otro diorama sobre la agilísima artillería francesa

Curiosamente, en todo este triste episodio de locura humana, existió un monje que con mucho sigilo y prudencia consiguió rescatar algunos objetos de Valor, entre ellos uno de los regalos más preciados del gran Capitán: un Jaezo de Oro (Jaezo es una manta que se colocaba como adorno a los caballos en la grupa para engalanarlos en los desfiles), un regalo personal realizado a modo de respeto a su persona por el rey Boabdil. Este tesoro que se custodiaba en el monasterio y ante la expoliación sistemática que estaba sufriendo toda la comunidad religiosa por parte de los franceses, fue escondido entre los grandes sillares que se estaban desmontando de la torre jerónima, ocultándolo de la vista de los franceses en un sillar que previamente había ahuecado un maestro cantero y amigo de nuestro monje, llamado Lorenzo, de tal manera que en dicho sillar quedaba totalmente oculto el Jaezo de oro y una serie de marcas que sólo conocían los autores de la idea, dando a la piedra la identificación suficiente para posteriormente recuperar el tesoro.

San Jerónimo y su reconstruido torreón

Esta piedra con su rica carga fue trasladada al lugar donde los maestros arquitectos estaban haciendo el puente sobre el río Genil. Allí, un albañil granadino, Antonio Bretones, estaba sobre aviso del ardid para salvar el tesoro, esperó a que el carretero que debía llevar la carga de piedra desde el monasterio hasta el río le dijera cuál de ellas era la señalada de forma especial, para así poder alojarla en el lugar adecuado y con posterioridad, recuperar el tesoro oculto.
Pero, como siempre ocurre, los hombres proponen y Dios dispone y en un descuido del carretero que transportaba la carga de piedras se confundió de lugar y la llevó a la orilla opuesta del río donde los franceses vigilaban todos los movimientos de los peones y albañiles.

Cuando se dio cuenta de su error, quiso rectificar pero uno de los gabachos le espetó: 
-¿A dónde vas con la carga? –Déjala aquí, cerca de la obra. –Ante la mirada del soldado tuvo que descargar los sillares en el lugar que le había indicado el militar.
Después de descargar, quiso el buen arriero apartar la piedra de las otras e intentar transportarla para llevársela, pero el soldado francés no le quitaba la vista de encima y viendo cómo corría peligro la misión al levantar sospechas, tuvo que disimular y salir con su carreta vacía de regreso al monasterio.
Ya de noche, el monje, el maestro cantero y el carretero se acercaron a las obras para ver si podían descubrir el sillar marcado, pero cuál fue su sorpresa al ver que éste se había mezclado con muchos otros que también venían marcados por ser provenientes del Viacrucis del Sacromonte, quedando perplejos ante tantas señales de unos y otros.
Así pues, en el interior de una de esas piedras quedó escondido para los siglos el tesoro del gran Capitán, en las entrañas del Puente Verde.

Señales en el pretil del puente: No creo que sean de canteros

Dicen algunos entendidos que la clave de las marcas que nuestros patriotas hicieron en el sillar camuflado están duplicadas y grabadas en alguna de las pilastras que existen en los jardines del Aljibe del Rey; La verdad es que  se encuentran debajo del puente y que se pueden ver las marcas desde el río. De una manera u otra, lo cierto es que fue un destrozo y saqueo lo que los gabachos hicieron en Granada y como recuerdo de aquella tropelía existe una lápida en la entrada del Monasterio de San Jerónimo que dice así: “Las torres que desprecio al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron”…

Placas recordatorias de las vicisitudes del campanario

Y hasta aquí la leyenda, pero no el suspense ni el final del cuento: ¿Saben lo que hice, en cuanto leí esta historia? –Una mañana, muy tempranito, tomé la cámara y me coloqué debajo del puente a escudriñar. No he llegado todavía a conclusiones  finales, pero encontré varias señales enigmáticas. Si algún día me veis millonario, podréis pensar sin duda, que encontré el “Jaezo de Oro”.


Si pudieras ampliar esta foto, te sorprenderás: el Alfa + Omega.¡La señal...!


NITO

2 comentarios:

Manuel Espadafor Caba dijo...

Interesantísima entrada y buena investigación, en Granada se tira del hilo de la historia y van saliendo cosas y cosas...

Anónimo dijo...

Fantástico. Ayer mismo estuve en el San Jerónimo y tirando del hilo reencuentro tu blog. Gracias por tu trabajo y dedicación