martes, 14 de julio de 2009

EL CÁLAMO SUPREMO Y MARTINICO

Una piadosa cortina de chumberas cubre las cinco tumbas moras
Tan absorto me encontraba observando las tumbas árabes aparecidas hace algunos años en La Herradura al construirse la trinchera para la nueva autovía, que no me di cuenta de su presencia hasta que me di de bruces con él. Sí, allí estaba Martinico, aquel hombrecillo enjuto y enigmático, ya viejo conocido, sentado a la sombra en un peñón al borde del camino que serpentea paralelo a la Rambla de las Tejas, limpiando sus gruesas lentes, y con su sombrero de color ala de mosca reposando en sus rodillas.

-¡Qué casualidad, Ud. por aquí! –Me espetó. –Lo veo muy ensimismado contemplando esas viejas tumbas.

-¡Hombre, celebro verle de nuevo! – Sí, ya es casualidad encontrarle precisamente por aquí. –Le digo mientras no dejo de observar la trasparencia de su piel.

-¿Tienen algún interés para Ud. esos enterramientos? –Ya veo que viene cámara en mano.

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-Bueno, un interés relativo. Precisamente andaba preguntándome por la identidad de estas anónimas tumbas de hace 500 años, lo caprichoso de su destino que las hace aflorar ahora por pura casualidad, su infortunio al no descansar en paz y sin una lápida que las recuerde.

-Bueno, una cosa es segura. –Me dijo. –Fueron súbditos fieles de un triste rey cuya tumba, a pesar de epitafios regios, que sin duda en su día tuvieron, también es hoy anónima.

-¿Se refiere al infeliz Boabdil, último rey nazarí de Granada…? Precisamente se leyó en la prensa hace años el descubrimiento de su mármol funerario en Tremecén.

-No crea todo lo que lea, amigo. Se equivocaron todos. Se equivocó Mr. Brossard, su descubridor, se equivocó su ayudante Sidi Hammú Ben Rustán, se equivocó la Academia Francesa de Inscripciones al galardonar al científico por tan meritoria labor y se equivocó el periodista y también investigador Gillermo Rittwagen al sacar la noticia en la prensa en 1929

La traducción (muy meritoria por cierto) aparece trascrita en su totalidad, salvo muy contados renglones imposibles de descifrar por el desgaste de ciertas palabras escritas en imperfecta caligrafía arábigo-andalusí, pero que eran claves para la comprensión total y certera: La genealogía ascendente del personaje fallecido. Se hubiera visto que no coincidía con la de Boabdil en su totalidad y sí con la de su tío El Zagal, de su mismo nombre y apellido. Es así de rotundo: Abú Abd Aláh Muhammend, es decir, Boabdil El Zagal, sí está enterrado en Tremecén. Por el contrario, Abú Abd Aláh Muhammend, es decir, Boabdil El Chico, no sabemos a ciencia cierta dónde acabaron sus huesos. La teoría más generalizada es que fue en Tetuán, aunque yo tengo sospechas más que ciertas, de que sus cenizas descansan y para siempre en su Granada, junto con las de su amada Morayma.

capit.C.V. y muley

-¿Y en qué se basa usted para tamaño aserto?

-Hay muchas pistas que nos han sido dadas, principalmente por el "Al-Calam Al-A´Lâ", (El Cálamo Supremo), de Cide Hamette Benengeli, además del sentido común, que así lo indican. La determinante es una cláusula secreta y privada de las anexas a las propias Capitulaciones de 1492 y que me fue mostrada, otorgada a favor del último de los reyes moros, por la piedad y sentimentalismo de la propia Isabel la Católica.

Dicho esto, y tras ultimar la limpieza de sus lentes, tomó el sempiterno sombrero de color ala de mosca y se despidió gentil, caminando con extraña y nerviosa agilidad cañada abajo hasta perderse tras un frondoso cañaveral, dejándome, como siempre, entre la duda de si fue o no real su presencia y esta conversación.

boabdil2

Boabdil niño

NITO

1 comentario:

Antonio Montufo Gutierrez dijo...

Ya observo que tu estancia estival por las tierras herradureñas está dando sus frutos.Es interesante lo de las tumbas musulmanas y la narración sobre Boabdil y su tio el Zagal.
Antonio Montufo Gutiérrez